¿Alguna vez te has sentido contra la pared, con el agua al cuello y pensando que ni con grúa sales de esta? ¡Tranquil@, no eres el único! Es justo en esos momentos de “o lo tomas o lo dejas” cuando, de la nada, se enciende una lucecita en la cabeza que grita: “¡Emprende, carajo!”. Y mira que la mayoría de los proyectos más bacanos nacen precisamente de esa garra, esa energía que te dice: “¡De aquí no me caigo!”. Es el famoso emprendimiento por necesidad, y déjame decirte que tiene su encanto.
Cuando estamos acorralados, en una situación donde vemos muy pocas posibilidades alrededor, donde pensamos que literal de esta no salimos. Por allá se asoma una luz que nos dice, “juéguesela toda con esta idea de emprendimiento” … Y es quizás donde la mayoría de emprendimientos que nacen, salen del espíritu, la energía y la resiliencia de no dejarse caer…
¿Pero a que costo? Existen tres variables en la ecuación con la que debemos ser muy cuidadosos. La emoción que nos puede dar la idea, pero al ser eso una emoción, una corazonada, una linda intuición, nos puede también llevar a tomar malas decisiones, ó por otro lado el tiempo y el dinero, con el cual a veces no contamos ni con el uno, ni con el otro y le dejamos todo al “Voy a ver como me va” y eso es fatal.
Por eso si quieres emprender sea como sea la situación donde te encuentres, ten un plan, planifica, siéntate y con lápiz y papel, valida aspectos fundamentales que al menos te den un margen de tranquilidad en el paso tan importante que vas a dar.
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