La vida cambia en un instante, y pensamos que muchas de las cosas que vemos como increíbles en la pantalla de un celular no nos van a suceder a nosotros. Más alejados de la realidad, encontrarse con escenarios inimaginables que te suceden en un abrir y cerrar de ojos te hace reflexionar sobre la vida y tus días. Un día puedes estar feliz, con una sonrisa que ilumina tu alrededor; otros, atravesando momentos difíciles que te hacen reflexionar sobre tu propósito y tu futuro. En este día, no me detendré en detalles, sino más bien en dejar una reflexión para aquellos emprendedores que salen todos los días, sin importar el color, a buscar sus sueños.
Existen momentos en los que callamos, silenciamos nuestra alma, nos ponemos un caparazón y salimos al sol, a la lluvia y al viento a seguir hilando nuestros sueños. No existe otra opción. No tenemos días libres, no disponemos de licencias, no nos pagan horas extras, nuestras vacaciones se limitan a momentos. Y eso nos pasa en todos los niveles: mientras más crecemos, más responsabilidades tenemos, una realidad de la que no podemos escapar. Pero el gran “pero” llega cuando el tsunami cae sobre ti y te invita a reflexionar. Sabes que la intensidad con la que amas y quieres que tu sueño se haga realidad nunca la va a dimensionar nadie más que tú. Así que, aunque no quieras, deberás liderar hasta conseguir crear una cultura que te permita delegar y crecer. Bueno, si eso es lo que deseas; si no, seguirás siendo tú, tú contra el mundo. Comienza a disfrutar de tus días de felicidad y conviértelos en el motor que te mueve y te invita a levantarte todos los días. Y aquellos días no tan buenos, llenos de tristeza, desilusión y luchas, afróntalos con sabiduría y la frente en alto, entendiendo que pronto pasarán.
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